miércoles, 10 de septiembre de 2014

LA IRONÍA:UN TRUCO DE LA COMUNICACIÓN

                           EL OPTIMISMO DEL PESIMISMO


Me gusta la ironía, esa figura retórica que consiste en dar a entender lo contrario de lo que se dice, caricaturizando la realidad y al mismo tiempo poniendo de manifiesto el absurdo que se encierra en muchas acciones aparentemente incuestionables.

Creo que es una prueba de inteligencia y el único modo de atacar y defenderse sin exponerse  inútilmente ante los que, de otro modo, podrían hacernos callar por la "fuerza" .La ironía es una manera de entender la vida: sin dramatismo, con humor, con la palabra elegante dispuesta en todo momento para entrar en un debate o un diálogo.El filólogo Martín Alonso definió  la ironía como el "optimismo del pesimismo"

La fuerza de la ironía reside en el fingimiento o simulación. Pienso que de alguna u otra manera, más o menos, todos tenemos una "bis" irónica, cuyo mecanismo es instintivo y se pone en marcha en momentos puntuales ante esa verdad que no se puede –o no se quiere- expresar de un modo directo, disfrazándola  de "aceptación", pero de tal modo que el "buen entendedor" comprende la verdadera intención de nuestras palabras. 

Claro está, para que la ironía haga su efecto, es necesario que el receptor de la misma advierta y comparta la "incongruencia" o la "contradicción" presente en la misma. Y no siempre es así.

 Creo que la ironía es un arma, un  recurso  atrayente, una alternativa que podemos incorporar a  la hora de hablar o escribir, de comunicarnos, que da "color y brillo" a lo que se cuenta, sorprendiendo con las dos caras que encierra el mensaje, la aparente y la real.

 En esa contradicción radica parte de su encanto ya que cuando en "apariencia" se dice algo, en el "fondo" estamos diciendo lo "contrario", como si se guiñara el ojo  a través de las palabras a manera de "truco de comunicación".

Las virtudes de la ironía tienen también sus peligros, ya que si no se utiliza adecuadamente es fácil ofender con las palabras. Ahora bien, es conveniente que las dosis de ironía sean las adecuadas. En exceso, resultan pedantes y altivas, manifestando una superioridad estúpida y totalmente alejada de la sonrisa que debe acompañar a todo acto irónico.








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